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Miradas de la experiencia educativa en ámbitos tecnológicos

Alejandra Ambrosino

Al analizar la Bimodalidad en Educación Superior, Alejandra Ambrosino, de la Universidad Nacional del Litoral, identifica dos tensiones: el mandato social de innovación permanente y la construcción de conocimiento que se realiza junto a un sujeto cultural y socialmente experimentado.
Define a lo virtual como algo real en potencia, donde existen procesos de gestión y una experiencia para cada usuario. Además, frente a la expansión del escenario educativo, propone pensar la presencialidad desde la virtualidad, teniendo en cuenta que lo tecnológico abre posibilidades.
Finalmente, interpela a pensar la Bimodalidad desde otro sitio, sin perder la posibilidad de ocupar un lugar de provocador.


Antes de empezar a hablar de Bimodalidad, me gustaría volver a mirar por qué materialidades estuvo interpelada la educación en general. Como institución educativa que desarrolla acciones académicas, tenemos dos tensiones: la del mandato social referido a que las instituciones tienen que ser innovadoras y estar a la vanguardia; y aquel mandato más genuino, que tiene que ver con la construcción de los conocimientos para un sujeto que no es sujeto cultural y socialmente experimentable. En este marco, las instituciones y cada una de nuestras decisiones, van pivoteando entre estos dos lugares.

¿Cuáles fueron las tecnologías que nos exigieron volver a pensar esos escenarios que diseñamos, que provocamos, que desarrollamos? En principio, la escritura y el inicio del alfabeto como la materialidad que le da nuevo cuerpo a nuestra cultura de la sede educativa. El segundo momento de materialidad es la invención de la imprenta, en realidad, todas las tecnologías que tuvieron que ver con la codificación, la reproducción y la distribución. Y un tercer momento tiene que ver con la aparición de la conectividad de saberes y de internet. Estas tres materialidades interpelan la naturaleza de las relaciones epistémicas que constituyen los modos de entender y desarrollar los escenarios educativos.

Desde aquí, es posible incorporar el pensamiento sobre la Educación Superior como ese lugar donde fuertemente se integran, por espacios de manipulación simbólica, todas estas tecnologías que nos permiten trabajar con un proceso de significación. Es con esto con lo que operamos desde las universidades. Por eso, es importante mirar cómo los contextos educativos se sienten interpelados desde estos lugares y cómo transforman no sólo nuestro escenario sino también nuestros modos de entender lo que sucede.

Muchas veces, más que incorporación o inclusión, hacemos injerto de tecnología y no analizamos cuál fue la experiencia que provocó esa tecnología. Entender esta dimensión, comprender que hay transformaciones que tienen que ver con las manipulaciones simbólicas en el nuevo sentido, nos hace pensar en procesos que tienen relación con las cosas que hacemos en la experiencia universitaria. Por ejemplo, ¿se han unificado las formas de codificación?, ¿se fueron codificando las formas de producción?, ¿se modificaron las formas de distribución y las comunicacionales?

En el ámbito universitario, las preguntas más usuales que nos hacemos tienen que ver con la tecnología que usamos entre nosotros. Sin embargo, pocas veces nos preguntamos qué podemos hacer con esas tecnologías, es decir, sobre las experiencias desde los significados.

La fotografía de hoy

¿Cómo etiquetamos nuestros proyectos universitarios? ¿Bimodalidad, B-learning, Educación Virtual, Educación Mixta? Estamos en un momento de búsqueda de una nueva dinámica. ¿Tenemos clara la dimensión de la educación virtual y la educación a distancia? ¿Qué es lo virtual? Cuando en la comunidad hablamos de qué es lo virtual, lo asociamos inmediatamente con modelo de digitalización.

Voy a compartir el “Preámbulo de instrucciones para dar cuerda un reloj”, del escritor Julio Cortázar:

comienzo de cita

“Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire. No te dan solamente el reloj, que los cumplas muy felices y esperamos que te dure porque es de buena marca, suizo con áncora de rubíes; no te regalan solamente ese menudo picapedrero que te atarás a la muñeca y pasearás contigo. Te regalan –no lo saben, lo terrible es que no lo saben–, te regalan un nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo pero no es tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo con su correa como un bracito desesperado colgándose de tu muñeca. Te regalan la necesidad de darle cuerda todos los días, la obligación de darle cuerda para que siga siendo un reloj; te regalan la obsesión de atender a la hora exacta en las vitrinas de las joyerías, en el anuncio por la radio, en el servicio telefónico. Te regalan el miedo de perderlo, de que te lo roben, de que se te caiga al suelo y se rompa. Te regalan su marca, y la seguridad de que es una marca mejor que las otras, te regalan la tendencia de comparar tu reloj con los demás relojes. No te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj”. Julio Cortázar, “Historias de Cronopios y de Famas” (1962).


Desde el lugar que nos compete, este preámbulo habla de dos cosas: de un artefacto, es decir, de todo el sistema que para nosotros compone que algo educativo suceda, pero también nos están regalando la experiencia que es de ese sujeto.

Preguntarnos qué es lo virtual indica volver a revisar aquellas primeras experiencias donde incorporamos la tecnología per se, como son los proyectos de educación a distancia. Los proyectos de educación a distancia necesitan de la tecnología, sino no existen. Pero también implican tomar cierta definición con algún tipo de mediación. En ese sentido, nos hace pensar cómo la experiencia nos ayuda a construir conocimiento.

Pensemos que las comunidades son comunidades-sujetos que transitan experiencias humanas y donde, sus primeros pensamientos, tienen que ver con percepciones. Un sujeto es un individuo que tiene una condición interna, un sistema sensorial, que nos permite entrar a una experiencia. Los aportes de esa experiencia, colaboran en la formación de concepciones. Quienes somos formadores en Educación Superior, queremos apropiarnos de la experiencia, comprenderla para volver a recrearla y volver a crear. Creo que, en algunas de nuestras búsquedas de decisiones, no le hemos dado tanto lugar a pensar qué experiencias proponemos. Los docentes diseñamos, provocamos escenarios educativos y ese es nuestro principal mandato. El tema es de dónde lo concebimos. Ahora que incorporamos dimensión de virtualidad, debemos pensar qué pasa con la presencialidad, con esa experiencia puesta en un espacio sincrónico, físico y tangible, contra lo que sucede en ese espacio que está caracterizado por una virtualidad con fuerte sesgo digital.
Ese es el escenario en el que hoy tenemos que estar pensando. ¿Cómo se genera? Con la mixtura y el amalgamiento por el que estamos transitando.

Decir que algo es a distancia o decir que es presencial, es una decisión política que va conectada de esa experiencia académica de enseñanza y aprendizaje que hoy nos están proponiendo.

Existe otro elemento que es pensar sobre el concepto de mediación. Jesús Martín Barbero propone uno: “hay que pensar la mediación ya que es ahí donde se construye significado”. La mediación no es lo que está de un lado, hablando del sujeto, ni lo que está del otro, que es el medio que me representa. La mediación es justamente eso que está entre los dos; que no es tangible ni está dicho todo su significado. A esta dimensión hay que entenderla como tal para tomar decisiones de qué hacer. Debemos empezar a pensar esa mediación, ese lugar entre el sujeto y los medios tecnológicos.

Para entender al fenómeno educativo que hoy estamos mirando, se puede pensar en construir seis dimensiones, todas ellas entramadas.

  1. Como primera, recuperar el campo disciplinario que estamos enseñando.
  2. En segundo lugar, considerar las mediaciones semiológicas. Cada sistema tiene un lenguaje propio. La presencialidad tiene un lenguaje propio; usar Moodle no es lo mismo que usar Facebook ni Twitter. Hay que entender cómo funcionan todos los signos para saber qué tipo de discurso quiero generar.
  3. La tercera es la dimensión comunicacional, que tiene que ver con encontrar el sistema de representación que dé lugar a esos intercambios comunicacionales; el tendido de la comunicación que la haga posible.
  4. La cuarta dimensión es la cultural y se refiere a las trayectorias del sujeto en educación que está transitando. Por ejemplo, no es lo mismo enseñar con tecnologías a niños que a adolescentes, o a profesores que a doctores. Existen casos de programas educativos donde se trabaja para niños que se están alfabetizando, cuyas narrativas traducen las lógicas de un adulto. Aquí se genera un problema por no incorporar la dimensión cultural con la toma de esas decisiones en relación a las mediaciones.
  5. La quinta, es la pedagógico-didáctica. Se trata, básicamente, de pensar como docente el cómo y para quiénes se crean los contenidos. El docente puede usar la tecnología para dos funciones: la gestión de contenidos digitalizados y para ver qué experiencia de aprendizaje genera al enseñar incorporando contenido tecnológico.
  6. La última dimensión es la tecnológica, que permite que el docente comprenda cuál es la forma de esa tecnología, qué funciones le puede dar a esa tecnología y los tipos de cursos posibles.


Consecuentemente, a la hora de tomar decisiones, las universidades deben tener en cuenta que están insertas en un contexto mediado por todas estas dimensiones.

La Universidad Nacional del Litoral

Entre 1998 y 1999, la Universidad Nacional del Litoral empezó con su programa de educación a distancia. Hoy, podemos identificar fases de ese programa que iniciamos virtualizando ejes de trabajo.

Cuando hablamos de virtualización lo hacemos pensando en las relaciones, las prácticas, las mediaciones y cuatro ejes: el de la enseñanza, el aprendizaje, el desarrollo de estrategias de apoyo institucional y la comunidad de práctica.

Al desarrollar estrategias de apoyo institucional se nos modificaron todas las estrategias de vinculación con el medio y, fundamentalmente, de comunicación. En relación a la comunidad de práctica, se empezaron a diseñar condiciones para que los profesores que daban clases con cierta tecnología, pudieran tener elementos como para reconvertirse en una comunidad en práctica con códigos de otros.

Sin embargo, las trayectorias de los sujetos todavía se van manteniendo en algunos casos. La primera fase está vinculada a un modelo que estuvo apoyado a pensar la docencia en el desarrollo de clases satelitales, o sea, presencialidad extendida, con cierto material para leer. El proyecto se apoya, así, en el concepto de “clase satelital”: un aula emisora desde la cual se trasmitía la clase a las aulas receptoras, distribuidas por diferentes localidades. Esto, que claramente nos suena “anticuado” y poco efectivo, fue un primer paso necesario para poder desarrollar la plataforma multimedia futura. Cabe aclarar que la tecnología de la época no era ni tan avanzada ni tan accesible como lo es hoy.

El segundo momento llega en el año 2000. La universidad empieza a investigar la incorporación de tecnología de comunicación de otro tipo y a proyectar los materiales didácticos con los materiales impresos junto a videos, además de incorporar la primera dimensión del mundo de Internet: el correo electrónico.

Por el año 2002 se comienza a informatizar el proyecto en una mayor escala, aplicando tecnología Web e incluyendo conceptos de la iniciativa “e-Learning”, que ya contaba con experiencias satisfactorias en otras partes del mundo. Se aprovecha el auge de las telecomunicaciones para unir los distintos centros educativos, tanto principales como secundarios, vinculándolos directamente bajo el nombre de “Red Multicampus”.

¿Qué nos pasó entre el 2002 y 2003? En ese momento, que veníamos de trabajar con satélites, teníamos una población activa de 3000 mil personas. El satélite se veía en los cables de los pueblos cercanos y las tutorías eran telefónicas. Los únicos mails que teníamos eran los de estos puntos donde se distribuía. En ese sentido, tuvimos que desarrollar ciertas políticas y migramos a un modelo digital con una población estudiantil que sólo tenía correo electrónico. En esa fase incorporamos fuertemente la línea del video educativo, algo de lo que, pedagógicamente, no estábamos convencidos.

La tercera fase estuvo caracterizada por lo que denominamos la versión del Campus Virtual 1.0. Luego nos concentramos en los procesos de enseñanza y aprendizaje y, dentro del programa pedagógico, en el rol docente-alumno, diseñando estrategias comunicacionales del tipo correo electrónico para las tutorías. Así, durante el 2004 y el 2005 surge lo que hoy conocemos como UNL Virtual, mediante la implementación de la primera versión del Campus Virtual, fruto del desarrollo constante del CEMED (Centro Multimedial de Educación a Distancia) y eje central del sistema en su actualidad. Se potencia la integración Web, se accede a un abanico mayor de herramientas informáticas que facilitan las tareas a los diversos actores involucrados (docentes, alumnos, administrativos)

En el año 2009 se implementa la nueva versión del Campus, la 2.0, proveyendo una plataforma tecnológica que ya no es exclusiva de la educación a distancia, sino que también facilita y brinda herramientas a cursos y carreras presenciales.

Desde 2010, inevitablemente la tendencia de la web 2.0 va dejando marcas en la construcción de ese nuevo escenario que estábamos construyendo para esa comunidad de la Universidad del Litoral, para estudiantes, gestores y no docentes. Hoy, que ya estamos trabajando en una versión 3.1, el Campus empieza a abrir un montón de capas de experiencias.

¿Dónde nos encontramos? Volvemos a tener los debates de la dimensión de la virtualidad digital online con la sincronicidad física intangible; y nos preguntamos qué hacemos con las carreras presenciales. Transitamos una universidad con 80 años de presencialidad y 16 años de educación a distancia. Muy a pequeña escala, la educación a distancia nos está haciendo replantear lo presencial. Es decir, en la Universidad Nacional del Litoral, la educación a distancia nos sirve para repensar qué estamos haciendo en esos escenarios tan delineados por la presencialidad.

En suma, analizamos sobre una nueva gramática que tiene que ver con mediaciones propuestas a un sujeto y a una comunidad a través de una experiencia que, por cierto, no deja de ser una experiencia más.


* Maestranda de la Carrera de Especialización y Maestría en Tecnología Educativa de la Universidad de Buenos Aires (UBA), Argentina. Posee investigaciones vinculadas a educación a distancia y tecnología educativa. Está categorizada en el sistema de investigación argentino en el área Educación y es asesora en distintas universidades de Argentina en proyectos de innovación con tecnologías. Se desempeña como docente ordinaria de la Cátedra Tecnología Educativa de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Universidad Nacional del Litoral (UNL), y es Directora del Centro Multimedial de Educación a Distancia (CEMED) de esa casa de estudios.