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IV. Hacia la universidad bimodal: dimensiones de un proceso incipiente

Alejandro Villar

La idea de este capítulo es plantear algunas cuestiones como desafíos para las universidades latinoamericanas en el siglo XXI. En primer lugar, abordaré la globalización, la internacionalización, la posibilidad y el papel que tiene la educación virtual para generar una internacionalización y una movilidad, tanto docente como estudiantil. En la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ) hemos empezado un proceso de movilidad estudiantil virtual. Tenemos uno bastante desarrollado de modalidad presencial y ahora estamos empezando con uno de modalidad virtual. En este punto, lo importantes es que estamos ante la posibilidad de que un estudiante, tanto de la modalidad virtual como de la presencial, curse en campus de distintos países con distintas estrategias pedagógicas, con compañeros de diferentes nacionalidades, enriqueciendo su formación y ampliando sus redes de relación. Esta oportunidad tensiona el tema de la homogeneidad, porque uno de los elementos que más interesa en la formación de los jóvenes es ver la heterogeneidad; cómo se vive en otros lados, valorar lo que se tiene, analizar qué es lo mejor... De alguna manera nos permite subjetivizar un poco nuestra realidad. En ese punto, la internacionalización es un problema en términos de desafío para la universidad actual.

Por otro lado, asistimos a la modificación de los patrones de producción. En este proceso, la universidad se encuentra tensionada por la necesidad de integrarse como un actor del desarrollo económico y social de los territorios donde está ubicada, mientras que continúa con su tradicional función de formación académica y profesional a lo que se suma la de la producción científica. En este punto, uno de los desafíos centrales que toca tangencialmente a la virtualidad, es el de la relación de los estudiantes de la modalidad con el territorio. Territorializar la virtualidad parece ser un desafío interesante para nuestro sistema universitario.

El acelerado crecimiento de la matrícula estudiantil ha estallado en América Latina en los últimos diez años, a lo que Argentina ha contribuido ampliamente. Hay una presión de los jóvenes por estudiar y esto ha generado, entonces, una serie de planteamientos, trabajos, miradas, en donde se observa a la modalidad como una oportunidad para empezar a abordar esta problemática. De esta forma, se pone en juego el tema de la inclusión y se relaciona la concepción de la educación superior como un derecho y no una mercancía.

Presentaré brevemente las dimensiones de análisis y de problematización. Fundamentalmente voy a trabajar sobre cuatro dimensiones: la política, la administrativa, tecnológica y pedagógica. En la dimensión política, entendida como un espacio de construcción de poder y de legitimidad, la primera cuestión se relaciona con saber cuál es el lugar de la educación superior en la política educativa. Así, en la medida que la educación superior es entendida como un derecho, necesitamos pensar cómo satisfacer ese derecho de inclusión pero garantizado la calidad. Es imprescindible garantizar la formación de los jóvenes de nuestros países, que son cada vez más, conservando las exigencias de calidad de los sistemas de educación superior. En este sentido, la educación virtual viene también a ofrecer un espacio para pensar cómo trabajamos el tema de la inclusión, sobre el que hay mucho debate.

El otro punto que resulta central es la visión de la educación a distancia en las políticas educativas. Parece que, finalmente, estamos yendo en un proceso que nos lleva de la desconfianza y regulación normativa al tema del control de la calidad. Se hace referencia a la Resolución N° 1717 del Ministerio de Educación que rige sobre la modalidad virtual y que es absolutamente normativa y burocrática. Evidentemente, se ha quedado atrás ya que no refleja el desarrollo que tiene hoy la modalidad. Desde el Consejo Interuniversitario Nacional (CIN) se está trabajando para que esto cambie. Asimismo, es realmente muy preocupante la posición que tienen los organismos de control de acreditación de Argentina sobre el tema de la educación a distancia, ya que todavía impera mucho prejuicio basado en el desconocimiento.

En este sentido, resulta paradójico que en las universidades donde se construye la punta del conocimiento muchas veces hacia el interior nos comportamos como una corporación muy conservadora. Las modificaciones nos cuestan muchísimo. Un pensamiento común, aunque estereotipado, es algo así como “Si yo he hecho esto como lo hizo mi profesor, y él lo hizo como su profesor y así hace ocho siglos que lo hacemos y hasta aquí funcionó, ¿por qué vamos a cambiarlo? Claramente hay muchas razones por las cuales tenemos que preguntarnos si lo vamos a cambiar; pero lo que es necesario señalar es que como sistema universitario, como corporación, tendemos a ser muy conservadores.

Retomando el tema normativo, resulta necesario pasar de este regulacionismo formalista al control de la calidad integral. Se trata, entonces, que una carrera sea evaluada independientemente de su modalidad por los criterios académicos, tal como se evalúan las carreras presenciales. De esta manera, también, se debe avanzar en la incorporación de los alumnos que cursan en la modalidad virtual a las pautas presupuestarias y que se los incorpore a la hora de evaluar y de asignar presupuesto. Desde el CIN se está trabajando en esto también. Se trata de poner en igualdad de condiciones el esfuerzo que hacen las universidades por los procesos de incorporación a través de la educación virtual de estudiantes.

Otro punto clave son los derechos y obligaciones de los docentes y los estudiantes. Los docentes universitarios de modalidad virtual tienen que concursar de la misma manera que los profesores presenciales pero adaptando la clásica “clase de oposición” a las demandas de la modalidad. Pero en la Universidad Nacional de Quilmes, si bien estamos concursando a los docentes que dictan exclusivamente en la modalidad virtual, todavía nuestro reglamento se basa en la modalidad presencial por lo que a un profesor de aquella modalidad que va a concursar se le pide una clase expositiva. Como se planteó, somos conservadores los universitarios. Pero, con esa limitación, el proceso de concursos significa el reconocimiento de los derechos políticos a todos los docentes de la Universidad. En el mismo sentido, se han reconocidos los derecho políticos a los estudiantes de la modalidad. En 2010 se realizó una reforma por la que las carreras pasaron a depender de los respectivos Departamentos y se les reconoció los derechos políticos a los estudiantes y graduados. Se trata de una dimensión política a tener en cuenta sobre todo en las universidades públicas que nos gobernamos en forma democrática con auto gobierno.

La dimensión administrativa no es una cuestión menor cuando se empieza a pensar una universidad bimodal. Para el caso de la Universidad Nacional de Quilmes se trata de un desafío muy importante ya que estamos transitando un proceso de transición importante. Efectivamente, la modalidad virtual se construyó y creció prácticamente como una isla, separada de la universidad presencial. Esa etapa, que podríamos llamar fundacional, probablemente contribuyó a que creciera y se consolidara cuando no había muchas experiencias en el tema. Pero el actual proceso de integración, que comenzó con los aspectos académicos, demanda una nueva forma de gestión administrativa que vaya integrando a las dos modalidades en una administración de la bimodalidad. Esto resulta todo un desafío ya que, en términos de gestión, se puede decir que el actual sistema “funciona” y, como es sabido, una de las grandes premisas de la gestión pública es “si algo funciona, no lo toques”. Por lo tanto, se trata de un proceso lento y trabajoso.

Entonces, la administración bimodal, requiere pensar en aulas presenciales y virtuales; comisiones presenciales y virtuales y evaluar cómo se administra mejor. Así, cada institución lo debe resolver de forma particular para ir incorporando este desafío de la dimensión de la administración de la universidad bimodal.

La dimensión tecnológica, que al comienzo de este proceso era uno de los aspectos centrales, ha perdido esa centralidad porque actualmente es el menor de los problemas de la educación virtual. Esto se debe, entre otras cosas, a los desarrollos de código abierto que permite acceder a un campus virtual si la universidad dispone de un equipo técnico más o menos razonable para poder ponerlo en funcionamiento y administrar.

El tema, entonces, pasó a ser el de la infraestructura. En efecto, la cuestión es contar con una infraestructura, en términos de servidores y conectividad, lo suficientemente poderosos como para sostener la demanda de tráfico que la modalidad requiere, particularmente con la incorporación de materiales audiovisuales y multimedia. Este es un aspecto muy conflictivo porque los equipos son cada vez más caros y la conectividad de calidad se encuentra concentrada en un pequeño número de proveedores que tiende a caracterizarse con lo que los procesos de licitación de estos servicios se vuelven cada vez más complicados. Para una universidad como la de Quilmes quedarse sin conectividad es como cerrar la mitad de su campus. El Estado Nacional, a través de la Red de Interconexión Universitaria (RIU), ha ampliado su cobertura y ancho de banda para llegar a los 50 megas que nos permitiría funcionar sin los otros servicios de conexión pero a una velocidad muy por debajo de las necesidades. Por lo tanto, se trata de un tema central.

Por otro lado, surgen los nuevos dispositivos como las tabletas y los teléfonos celulares para los cuales es necesario el diseño de los aplicativos para que se puedan vincular a los campus. Pero, el principal desafío llega de la mano de la televisión digital, que interpela a la producción audiovisual y multimedia. Se dispone de recursos económicos y personal para el desarrollo de la televisión digital. Entonces, el verdadero desafío que enfrentan las universidades es el de la producción de contenidos para la enseñanza universitaria. Se trata de empezar a pensar en producción de contenidos para la enseñanza no solo virtual sino también presencial, que pueden utilizar esos recursos. Obviamente, no es un desafío tecnológico sino pedagógico

De la dimensión pedagógica voy a plantear un punto que tiene que ver con el conocimiento extendido y toda la oferta de conocimiento y material educativo que, junto con los repositorios, nos permiten acceder a textos de última generación, posibilitando que el conocimiento se encuentre al alcance de cualquiera. De cualquiera que sepa cómo buscar, cómo leer, cómo estudiar, cómo procesar, cómo entender. Y ahí la universidad tiene otro desafío.

En este nuevo escenario del conocimiento extendido, aquel que tenga cierta capacidad para aprender puede estudiar prácticamente todo por Internet. Pero, ¿cómo se acredita ese saber? ¿se necesita una acreditación? ¿para qué sirve ese conocimiento? ¿cómo responderá el mercado de trabajo? De esta manera, a la universidad le queda la legitimidad de su capacidad de acreditación sobre los saberes que ha alcanzado un egresado de sus aulas.

Algunos elementos relevantes para el debate

La incorporación de las nuevas tecnologías de la comunicación y la información en los procesos de enseñanza y aprendizaje en la educación superior, permite suponer que el sistema universitario se va a ir encaminando hacia un sistema bimodal que, si bien permitirá el desarrollo de carreras dictadas enteramente en la modalidad virtual, va a tender a integrar cada vez más a las dos modalidades. En efecto, se puede observar que las carreras que se dictan enteramente bajo la modalidad virtual poseen, generalmente, un target de edad diferente, que por lo menos en el caso de la UNQ es muy marcado. Por otro lado, los jóvenes asisten a la universidad para formarse pero también para hacer otras cosas; van adquiriendo cultura universitaria, buscan novia o novio, hacen política, se involucran en proyectos de investigación y/o extensión, construyen ciudadanía...Entonces, para estos jóvenes, las ofertas de cursos virtuales son complementarias a su formación presencial. Pero, se presenta el desafío de incentivar al estudiante que estudia virtualmente para que también realice actividades presenciales en su universidad. En efecto, para que se integre al centro de estudiantes, asista a una conferencia, participe de un programa de voluntariado, de un proyecto de investigación y/o extensión universitaria... De esta manera, la formación en la universidad bimodal adquiere un doble sentido de circulación.

La educación a distancia, revolucionada por la incorporación de las nuevas tecnologías, permite que gente que por razones de distancia, de tiempo, o de oferta de carreras en su territorio, ya sea porque la carrera que quiere estudiar no está en la universidad del lugar en el que vive o que sencillamente allí no hay una universidad, pueda incorporarse al sistema de educación superior.

Otro elemento al que puede contribuir la universidad bimodal es la “terminalidad educativa”. Uno de los principales problemas del sistema de educación superior argentino es el de la deserción. Algunos estudiantes desertan tempranamente por distintas razones, algunos más tempranamente que otros. Pero hay muchos casos en que la vida se les complica. En la Argentina, muchos estudiantes empiezan a trabajar tempranamente, lo que prolonga sus carreras. Cuando eso ocurre, llegan las novias, los novios, los hijos, los trabajos lejos y tal vez les faltan 6, 7, 8 materias para recibirse y no pudieron seguir estudiando. Para esos casos la universidad puede ofrecerles alternativas a través de la modalidad virtual. Finalmente, es previsible, y hasta deseable, contar con un sistema y una oferta académica que permita que los estudiantes puedan empezar presencial y finalizar virtual; asistir a clases una vez por semana y cursar el resto en el campus virtual; dejar de asistir por un cuatrimestre y cursar en la modalidad virtual... Para la gestión de la universidad estas elecciones son indistintas.

Más allá de los estudios de grado, resulta obvia la oportunidad que el desarrollo de la modalidad virtual genera para la formación continua y el postgrado. En la sociedad del conocimiento, el título de grado es el primer piso que marca un camino de formación continua, de cursos y diplomas de postgrado, de actualización, de especialización y maestría. Aspecto que no sólo se relaciona con la carrera académica sino también con la formación y actualización profesional. Permite que aquellos que se encuentran insertos en el mercado de trabajo puedan acceder a la frontera del conocimiento con una dinámica y actualización impensada hace apenas unas pocas décadas.

La universidad argentina se encuentra ante el desafío de asumir el impacto que las nuevas tecnologías tienen en la formación universitaria. Se encamina a un sistema bimodal en el que subsistirá la educación presencial, el espacio físico, la necesidad de encontrarse, de contactarse entre los jóvenes, de hacer política, construir ciudadanía y generar experiencia universitaria. Pero, también, va a irrumpir la modalidad virtual de tal manera que cuando nos descuidemos vamos a estar en un sistema universitario bimodal que se animará a salir del closet.