En los audiovisuales, el texto se puede utilizar en las pantallas iniciales, como separadores de escenas para introducir el nombre de secciones, los créditos de los realizadores, para indicar el fin del visionado, para introducir subtítulos o para destacar la presencia de determinados componentes de la imagen; en estos casos, se trata de descripciones realizadas mediante señalética, letreros, rótulos o etiquetas, cuya función es brindar información sobre los objetos, los personajes o el contexto. Por ejemplo, en una película del oeste, la palabra “saloon” ubicada en la entrada de un edificio le ahorra al director cinematográfico la necesidad de abundar en detalles narrativos; vemos esa palabra en un cartel e inmediatamente nos contextualizamos en ese tipo de escenario.
En producciones audiovisuales didácticas se aconseja no animar el texto, debido a que la función en el mensaje por lo general es explicativa. Aun así, todos hemos soportado esas presentaciones en las que el texto aparece muy lentamente impidiendo la lectura directa hasta que no se detiene por completo. No se trata de una restricción absoluta: el dinamismo puede reforzar los conceptos y aporta mucha expresividad, pero conviene aplicar algunos criterios que ayuden a concretar esos objetivos.
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Los mismos consejos son aplicables a las cifras, fórmulas, código de programación, expresiones alfanuméricas y números en general. Recordemos que la legibilidad es el principal objetivo de su uso. En estos casos se recomienda ser específico y destacar muy bien las unidades, magnitudes, equivalencias y medidas si fueran necesarias, agregando abreviaturas convencionales o palabras que ayuden a comprender más eficazmente el mensaje.